GRACIAS

Primeramente le digo GRACIAS a Papá Dios por permitirme
este medio, y GRACIAS a quellos que han entrado ya varias veces.
Aquí les dejo lo que hoy es alimento para mi alma.Bendiciones.







13.5.09

El hebreo en busca de la sangre.


Era tiempo de primavera aquel año, y me encontraba en San Francisco llevando a cabo unos cultos evangélicos. Algunas veces me dirigía a los judíos asistiendo a las conferencias "Misión Israel".La experiencia de un anciano judío en particular me interesó grandemente,y haré lo mejor que pueda al citar sus propias palabras.
El dijo: "Esta es la semana de Pascuas, mis hermanos judíos, y al estar sentado aquí, me puse a pensar en cómo la observarán. Ustedes guardarán por un tiempo la levadura "motsah" (galletas sin levadura) y el becerro asado. Asistirán a los servicios de la sinagoga y cumplirán los rituales e instrucciones del Talmud, pero olvidan, mis hermanos,que tienen todo menos lo que Jehová pide. El no dijo:"Cuando hayan guardado la levadura, o cuando coman el motsah o el becerro, o cuando vayan a la sinagoga",sino que sus palabras fueron:"Veré la sangre y pasaré de vosotros" Oh! mis hermanos, no puede haber sustituto por esto. ¡Deben tener la sangre,sangre, SANGRE!.
SANGRE es la palabra temible y reverenciable para alguien que venera el oráculo antiguo, y que no tiene sacrificio. En cualquier lugar aparece en el Libro la sangre, pero no se la puede encontrar en el judaísmo del presente. Después de pausar unos momentos, el patriarca anciano continuó más o menos así: "Nací en Palestina,hace casi setenta años. Siendo niño me enseñaron a leer la Ley, los Salmos y los Profetas. Asistía en mi niñez a la sinagoga y aprendí hebreo de los rabinos. Al principio creía lo que se decía, que nuestra religión era la única y verdadera, pero al ir creciendo y al estudiar la Ley con mas interés me impactó el lugar que la sangre tenía en todas las ceremonias y la absoluta ausencia en los rituales en los cuales había crecido.
Vez tras vez leía Éxodo 12 y Levítico 16:17 y estos últimos capítulos en especial me hacían temblar al pensar en el gran Día de Expiación y el lugar que la sangre ocupaba allí. Día y noche un versículo sonaba en mis oídos. La sangre está para hacer expiación por vuestras almas. Yo sabía que había quebrantado la ley. Necesitaba de la expiación. Año tras año en ese día me golpeaba el pecho al confesar mi necesidad de ella, pero debía ser por medio de la sangre,¡y allí no había sangre!
En mi desesperación,por fin,le abrí mi corazón a un venerable y bien educado rabí. Me dijo que Dios estaba enojado con Su pueblo. Jerusalén estaba en manos de los gentiles,el templo estaba destruido y en su lugar estaba la mezquita de los musulmanes. El único lugar de la Tierra en donde se atrevía a derramar la sangre del sacrificio, de acuerdo a Deuteronomio 12 y Levítico 17, estaba profanado, y nuestra nación esparcida. Por eso es que no había sangre. Dios mismo había cerrado el camino para llevar a cabo el servicio solemne del gran Día de la Expiación. Es por ello que ahora debíamos de mirar al Talmud, y el resto de sus instrucciones, y confiar en la misericordia de Dios y los méritos de nuestros padres.
Quise estar satisfecho,pero no podía.Algo parecía decir que la ley estaba inalterada, aun si nuestro templo estaba destruido. Nada aparte de la sangre podía hacer expiación por el alma. No nos atrevíamos a derramar la sangre excepto en el lugar que el Señor había escogido.¿Entonces habíamos quedado completamente sin expiación?
Este pensamiento me horrorizaba. En mi desesperación consulté a muchos rabinos.Yo solamente tenía una pregunta:¿Dónde puedo encontrar la sangre de expiación?
Tenía más de treinta años de edad cuando dejé Palestina y fui a Constantinopla, y cada vez sonaba más fuerte en mi mente la pregunta sin contestación, y mi alma se perturbaba grandemente por mis pecados.
Cierta noche al ir caminando por una calle angosta de esa ciudad,vi un letrero que decía acerca de cultos para judíos.La curiosidad me hizo que abriera la puerta y entrara.Justo cuando me sentaba escuché a un hombre decir: "...y la sangre de Jesucristo,su Hijo,nos limpia de todo pecado". Aquello fue lo que me introdujo al cristianismo.Yo escuchaba conteniendo mi aliento mientras el orador decía cómo Dios había declarado"que sin derramamiento de sangre no se hace remisión", pero que El había dado a su único hijo, el Cordero de Dios, para que muriera, y todos aquellos que confiaran en Su sangre sus iniquidades serían perdonadas. Este era el Mesías de Isaías 53; este era el Sufriente del Salmo 22.Oh, mis hermanos, por fin había encontrado la Sangre de la expiación.Confié en ella,y ahora me encanta leer el Nuevo Testamento y ver como todas las sombras de la ley se cumplen en Jesús. Su sangre ha sido derramada por los pecadores.Ha satisfecho a Dios,y el único medio de salvación para los judíos o gentiles.
¿Has encontrado la sangre de la expiación? "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" Dios dice: "Y veré la sangre y pasaré de vosotros"



Queridos Hermanos...este texto lo encontré en la calle,cuando yo realmente estaba triste,lo llevé a mi casa y al leerlo me llevó a valorar más y más todo aquello que nuestros Pastores nos dicen cada vez que participamos de la Santa Cena y cada vez que declaramos sobre la sangre de Cristo Jesús.También algo que movió mi corazón es ver como El Señor obra ante un corazón SEDIENTO en búsqueda de la verdad...sea quien sea,judío, musulmán,etc...Hay algo imposible para Dios?.Recordé de dónde me rescató El Señor...vos te acordás?.Dios AMA aquel que lo busca!!!! y Dios es INCREÍBLEMENTE creativo para darnos respuestas CREATIVAS a nuestras preguntas."Pide y se te dará".
Gracias Señor!!!..."y la verdad os hará LIBRES!"...No nos cansemos de buscarla!!!!




Dios los Bendiga - celeste